Y cuando la realidad se hace gris y difícil, lo mejor es dejarnos llevar por esos sueños y fantasías que nos aportan paz y alivio. Evadirnos y recrearnos con lo único que jamás nos podrán robar: la imaginación.
La belleza tan solo hace feliz a aquel que la contempla, y sueña con poseerla. Al mismo tiempo, deseamos lo inaccesible, lo intangible, lo irreal. El ser humano tiende a anhelar un mundo idealizado, una utopía creada por el ansia de posesión, de pertenencia a algún lugar.
Mi origen es un misterio, mi pasado es oscuro y mi presente se hace inseguro e inestable
por momentos.
En ocasiones acuden a mi pensar imágenes entrecortadas, recuerdos interrumpidos:
la naturaleza, el bosque, la sangre...
Puedo notar su olor amargo y dulce, mezclado con el aroma empalagoso de las flores
que se caen en el lago, pare renovarse como cada año en primavera. Las hojas secas de los árboles me gustan, porque crujen y hacen un sonido agradable. Suelo jugar con ellas y adornar mi cuerpo con su hermosura.
Oigo voces desconocidas. No entiendo lo que dicen, pero veo un barco allá a lo lejos, y observo unos seres extraños. Creo están jugando a lanzar unas redes desde una plataforma que flota en el agua.
Alguien gritan mi nombre:
_¡Sirena!_dice uno de esos seres. Observo que la casa flotante se dirige hacia mí: vienen a buscarme.
Siento miedo, y en mi interior arde la necesidad de hacer lo imposible para conservar mi morada
en este paraíso de ensueño.
Pero quieren robar mi inocencia, quieres llenarme de odio, tapar mis ojos con unas vendas y cortarme las aletas para impedir que pueda escapar. Conocen mi origen, y vienen a rendirme en sacrificio a su Dios:
el Dios del tiempo.
Sé que me desea, pues siempre me persigue, con su cuenta atrás continuamente torturando me los oídos (tic, tac. Tic,, tac).
Quiere mi belleza y encontrar el secreto de mi condenada inmortalidad.
Quizá el conociera mi maldito destino.
Joder.
El Dios del tiempo desea darme muerte...
Pero logro escapar. Salto fuertemente impulsándome en dirección al cielo.
Noto el frescor del viento en mi cuerpo y extiendo los brazos hacia abajo, doblando mi espalda.
Como si tuviese alas, intento volar. Pero vuelvo a caer al lago, y sin mirar hacia atrás, continuo nadando de manera incansable.
Consigo llegar a la orilla velozmente. Por suerte, he perdido a esos extraños de vista.
En un intento desesperado por salir del agua alcanzo a ver el bosque.
Observo los arboles, enormes en todo su esplendor.
Las gaviotas vuelan en el cielo.
Permanezco quieta en esta roca.
Observo con tranquilidad mi pequeño mundo ideal.
Noto el frescor del agua tibia acariciando mi piel: despacio, revoloteando a mi alrededor en una explosión de felicidad constante.
Por un instante ansío poder salir del agua e ir más allá de aquel bosque...
Pero al reflexionar, decido que es mejor permanecer aquí. Porque en este lugar estoy libre de ataduras, segura de que puedo confiar en mi misma, y en el equilibrio natural de mi mundo.
Soy capaz de lograr cuanto deseé.
Comienza a anochecer. Yo me sumerjo en el agua, y nadando me voy sin rumbo fijo, tranquilamente. Me siento como en casa. De hecho, este es mi hogar.
Salto de felicidad, y noto que mi cuerpo cada vez puede llegar más alto.
Vuelvo a observar el cielo (ahora brillaban las estrellas allá a lo lejos).
Sonrío al ver la luz resplandeciente de los astros.
Quiero poder alcanzar las estrellas.
Sé que ese es mi castigo:
vivir soñando con alcanzar
Lo Imposible.







