Me daba miedo sentir
y muchas veces temí
nunca poder hacerlo...
Iba precavida por la vida
lamentando un nose qué
que me impedía ser yo misma.
Hasta que descubrí
que uno no puede reprimir
algo tan intenso y tan real
como el fuego en el pecho
y la piel de gallina
y las lágrimas que corren
por el cuerpo hasta el suelo.
El dolor apretaba fuerte,
pero sin ese sufrimiento
jamás habría descubierto
todos estos sentimientos;
y no habría aprendido
a fluir con ellos en libertad
hasta descubrir,
otro nivel de sensibilidad...

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