La Luna vive allá en el cielo, su mundo es frío e inóspito. Está allí sola, atrapada en una órbita sobre la que gira y gira sin poder evitarlo. En ocasiones siente miedo. Lanza su mirada hacia la Tierra en busca algo: procura desesperadamente el amor.
Entonces el Mar, frío y sin cariño, por un momento se cansa de estar siempre solito. Nota en la superficie de sus aguas que un brillo de luz intensa le toca. Se siente muy agitado y nota como sus mareas se mueven, produciendo enormes olas.
El Mar se emociona… De repente, comienza a llover torrencialmente de una manera repentina. Una ternura fuera de lo común baña por completo sus aguas, que revolotean de alegría: Se ha enamorado.
_Luz que bañas las noches. Tú, que haces al Sol adormecer. Por favor, enséñame a amar te_ se atreve a decirle el Mar. Ella lo mira fijamente, quiere unirse a él, quiere tocar sus aguas saladas y hundirse en su inmensidad, pero...
_No puedo irme contigo, cariño_ Le contesta. Aquella noche la Luna estaba llena y lucía redonda y bella en todo su esplendor,( a pesar de que las nubes grises intentaban taparla)_Si bajo a la Tierra, simplemente acabaría mi existencia. Y eso produciría efectos catastróficos en todo el Universo.
La Luna dijo esto muy tranquila. No tenía pena ni amargura, porque ya había encontrado a alguien que la amaba, alguien a quien poder regalar el amor que constituía su ser.
_ Pero prometo acompañarte todas los días de mi vida_continuó diciendo el Satélite de la Tierra_ Yo estoy en ti, lo estoy ahora mismo… ¿Me siente? Siempre vivo en ti. Aunque no me veas, atrayendo tus aguas con la fuerza de mi influencia gravitatoria. Tú también estás en mi. Nuestro amor nunca puede acabar porque es el impulso que hace fluir el Universo.
La leyenda de esta pasión puede hacer sonreír, o puede hacer que llores… Solo el corazón lo sabe. Pero si la Luna toca en el mar, y lo hace moverse por amor, agitarse por amor y dar vida y cobijo a su vez a un número infinito de seres vivos, también por amor, ¿por qué no va a tocarnos a nosotros? Podría hacernos ver de una vez por todas que el amor infinito que hay en el Universo está en mí, está en ti y está en todas partes. Simplemente no se acaba…
Quizá debíamos pararnos más ante ella, y dejar que su luz bañe nuestro cuerpo. Tal vez así veríamos que el Amor que constituye el Universo también está dentro de todos nosotros. Si comprendiéramos eso algún día, quizá pudiéramos saltar de alegría, y sentirnos felices cada día. Podríamos jugar como niños; y sentirnos los seres puros que realmente somos.
Foto de Manuel Barca
Texto: Wendilla D. Bernal
Texto: Wendilla D. Bernal


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