Sola está la chica.
Sola, ella y el mar.
Una suave brisa
la acompaña a caminar.
El viento la acaricia
siente su piel florar.
Entre la arena cae
pero se vuelve levantar.
Ya no se siente triste,
ya no quiere llorar.
Ahora quiere risas,
entre las olas bailar
y sentirse libre
jugando en el mar,
sintiendo su frio,
y en su sonido meditar.
La chica fue una niña
que quiso navegar.
Quería llegar lejos
a algún otro lugar:
donde no hubieran guerras
ni violencia, ni maldad,
ni hambres, ni tristezas
ni dolor, ni soledad.
Pero la niña creció
y se tuvo que conformar
con ver las olas pasar,
soñando, quién sabe, quizás
con alcanzar la paz
y ser feliz, porque sí, sin más,
ya que siempre le quedaría
la Esperanza y el mar.
